A veces la verdad es un bálsamo contra la propia imaginación, suposiciones y pesadillas que persiguen a los familiares de las víctimas de un depredador como Dahmer.
(Anne E. Schwartz – EL hombre que no mató suficiente)
El juicio de Jeffrey Dahmer tenía la atmósfera del estreno de una película.
La vista previa se celebró el 13 de mayo en la sala de justicia del juez Gram en el edificio de seguridad del condado, a pocas manzanas de distancia de Ambrosia Chocolate Co., donde había trabajado Dahmer.
Se habían hecho algunas transformaciones para garantizar la seguridad durante el juicio.
La sala de justicia había sido registrada para asegurarse de que no había ningún tipo de explosivo, con un perro adiestrado y nadie de los que entraban en la sala se quedaba sin pasar el examen del detector de metales.
Sólo estaban presentes veinte de los familiares de las víctimas.
La sala guardó silencio cuando Dahmer entró.
Iba vestido con un traje de presidiario de color naranja brillante, zapatillas azules y calcetines marrones.
Dorothy Straughter, la madre de Curtis Straughter, Shirley Hughes, madre de Tony Hughes o la hermana de Eddie Smith, Carolyn eran algunos de los familiares que necesitaban conocer los detalles de lo que esté monstruo les había hecho.
Las familias coincidían en que la verdad no podía ser mucho peor que sus propias suposiciones y las pesadillas que les habían perseguido desde el 23 de julio de 1991.
A partir del 27 de enero de 1992, vieron cumplido su deseo.
Gerry Boyle les advertía a los posibles jurados que el juicio incluiría pruebas y testimonios de carnicería humana, canibalismo, mutilación, relaciones sexuales con cadáveres, «todo lo que pueda usted imaginar».
Al final del día 29 de enero, se habían escogido ya doce miembros del jurado y dos suplentes: seis hombres blancos, siete mujeres blancas y un hombre negro.
Los familiares de las víctimas se sintieron indignados por el hecho de que sólo uno de los miembros fuese negro.
La defensa basada en el trastorno mental se presentó difícil para Gerald Boyle. Dado que Dahmer había cambiado su alegato por el de culpable el 13 de enero, el proceso ya no se centraba en su culpabilidad o inocencia.
Sólo quedaba por decidir si era legalmente responsable de sus crímenes.
Según las leyes de Wisconsin, la responsabilidad de demostrar el trastorno mental le corresponde a la defensa por lo que Boyle alegó, a lo largo de todo el juicio, que Dahmer sufría desórdenes de tipo sexual.
Este fue el primer juicio de la historia de Wisconsin en el que alguien utilizaba un supuesto desorden sexual para eludir la responsabilidad de asesinato.
El cometido de Mike McCann era el de demostrar ante el jurado que Dahmer no era un enfermo según la estricta definición del término, sino simplemente un malvado depredador.
La necrofilia o relación sexual con un cadáver, cae dentro del campo de las parafilias y jugó un papel central durante las declaraciones prestadas por los expertos en el caso de Jeffrey Dahmer.
Nadie en el estado de Wisconsin había sido jamás declarado “no culpable” por trastorno mental, sobre la única base de padecer una parafilia.
A lo largo de todo el juicio, el padre de Dahmer, Lionel, y su madrastra, Shari Dahmer, permanecieron sentados en el fondo de la sala, con las manos cogidas, mirando inexpresivamente el desarrollo del juicio.
Alegato de la defensa, Gerald Boyle
—Jeffrey Dahmer quiere un cuerpo. Un cuerpo. Ésa es su fantasía. Un cuerpo —comenzó Boyle.
Dahmer se obsesionó con la idea de matar y tener relaciones sexuales con un corredor al que veía pasar cada día por delante de su casa de Bath, Ohio. Cortó un bate de béisbol y salió a buscar al hombre con su bicicleta, pero el corredor no volvió a aparecer.
Comenzó a masturbarse diariamente —continuó el abogado defensor—, y los objetos de sus fantasías eran pensamientos que concernían a jóvenes de su misma edad. Incluso durante los primeros años de su adolescencia, comenzó a interesarse por los huesos y los animales muertos. Se llevaba los huesos a casa, los blanqueaba, los estudiaba. Su familia desconocía esas aficiones.
Boyle habló entonces de la noche en que había conocido al hombre que se convertiría en la primera víctima de una carrera de asesinatos de trece años.
—Una noche, para pesar de todo el mundo…, comienza la escena de horror. Él está recorriendo las calles con su coche y ve a un autoestopista; y ese autoestopista no lleva puesta la camisa; Jeffrey Dahmer desea su cuerpo… su cuerpo —explicó Boyle.
Después de matar a Steven Hicks, Dahmer se masturbó sobre el cadáver y tuvo relaciones sexuales con él. Luego abrió el cuerpo en canal, de la misma forma que lo había hecho durante su infancia con los animales. Estaba fascinado por los órganos internos de los cuerpos, sus intrincadas formas y brillantes colores. De hecho, más tarde se puso de manifiesto que Dahmer prefería masturbarse con las vísceras de sus víctimas.
Boyle alegó que los crímenes de Dahmer no eran raciales.
—La obsesión del señor Dahmer era la forma de los cuerpos, no su color. Él quería un cuerpo.
El abogado de la defensa destacó que Dahmer no sabía cómo había muerto la segunda de sus víctimas, la primera en Wisconsin, Steven Toumi, muerto en 1987. Dahmer no sería acusado de ese asesinato por falta de pruebas.
Boyle confirmó el canibalismo sobre el que la prensa sólo había especulado antes del juicio.
—Comía partes de los cuerpos para que esas pobres personas a las que había asesinado revivieran en él. Jugaba con las cabezas, las pintaba, coloreaba las calaveras.
A medida que aumentaba el número de sus asesinatos, los actos de Dahmer se hacían aún más estrafalarios.
—Se hicieron tan graves que comenzó a hacer experimentos quirúrgicos con el fin de evitar que muriesen porque quería conservar esos cuerpos para sus propios propósitos. Quería crear zombies, personas que estuvieran a su entera disposición.
Dahmer disfrutaba viendo la película El exorcista III, y estaba fascinado por Satán. Le fascinó al igual que el malvado emperador del Retorno del Jedi, que tenía un control absoluto sobre sus súbditos. Incluso se compró unas lentillas de color amarillo para parecerse más al emperador de la película.
Ambas películas se agotaron en las tiendas tras el juicio.
También trascendió que Dahmer se llevaba consigo varios trozos de los cuerpos de sus víctimas cuando iba a trabajar a Ambrosia Chocolate, donde le habían empleado de acuerdo con el programa de permiso de salida laboral, entre la medianoche y las ocho de la mañana, durante los diez meses que pasó confinado en el Centro de Rehabilitación en 1989. Guardaba la cabeza de Anthony Sears en el armario que tenía asignado, junto con otros trozos anatómicos.
Boyle intentó darle un descanso al jurado después de su discurso de apertura, pidiendo disculpas por el hecho de que los detalles del caso fuesen tan horripilantes, pero, agregó:
—No va a ser peor que esto.
Alegato de la acusación, El fiscal del distrito Michael McCann
Cuando McCann se dirigió al jurado, describió a Dahmer como a un hombre mezquino que mataba gente sólo para satisfacer sus propias apetencias sexuales. Dijo que el hecho de que Dahmer drogara a los hombres en la sauna para homosexuales era algo calculado, y no menos repugnante que los actos de los hombres que utilizan el alcohol para convencer a las mujeres de que tengan relaciones sexuales con ellos. Intentó demostrar que Dahmer planeaba cuidadosamente la muerte de sus víctimas, escogiendo siempre personas que no tenían coche para no tener que deshacerse del vehículo.
También nos enteramos de que Dahmer hubiera preferido disponer de una persona viva porque le gustaba escuchar los latidos del corazón. Se hubiera refrenado y no los habría matado si ellos hubieran accedido a quedarse con él durante un par de semanas. McCann terminó su discurso mencionando la habilidad de Dahmer para funcionar bajo intensas presiones, como había demostrado la noche del 27 de mayo de 1991, cuando los oficiales de policía entraron en su apartamento.
McCann intentó demostrar que Dahmer diferenciaba entre el bien y el mal y que sabía autocontrolarse en situaciones de máxima tensión. El fiscal del distrito recordó las muchas veces en las que Dahmer no había prestado su cooperación o les había mentido a los terapeutas a los que estaba viendo en relación con su anterior condena por delitos sexuales.
—Uno puede culpabilizar a una persona enferma por este tipo de conducta, cuando esa persona enferma ha rechazado la ayuda —dijo McCann—. Este hombre sabe cómo engañar al sistema.
—Ahora, no dejen que les engañe a ustedes.
Declaración de los testigos
Las listas de testigos de ambos bandos eran largas, pero al final sólo unos pocos fueron llamados a declarar.
Los detectives de la Policía, Dennis Murphy y Pat Kennedy
Subieron al estrado y leyeron la confesión de 160 páginas.
Algunos de los familiares de las víctimas se enjugaron las lágrimas cuando se leyeron los detalles de la muerte de sus seres queridos, desconocidos hasta ese momento.
Dorothy Straughter, madre de Curtis Straughter, gimió, lloró y finalmente abandonó la sala después de que Murphy leyera que Dahmer había conservado la calavera, las manos y los órganos genitales de su hijo después de matarlo.
Se estaban desvelando detalles del caso de los que no se había oído hablar hasta ese momento.
A partir del octavo curso de estudios, Dahmer comenzó a masturbarse diariamente mientras fantaseaba con cuerpos de niños de su edad
Él dijo a la policía que a pesar de que no había sido objeto de abusos psicológicos o sexuales, recordaba que su hogar estaba cargado de tensiones porque sus padres estaban «siempre tirándose al cuello del otro».
Él se sentía culpable por los problemas matrimoniales de sus padres porque su madre, Joyce Flint, le había dicho a Jeffrey que había sufrido graves depresiones posparto y crisis nerviosas después de haber dado a luz.
Dahmer dijo a la policía que él solía salir a pasear en el coche con un amigo al que le gustaba buscar perros que estuviesen caminando por la calle, y atropellarlos.
La noche en que Dahmer mató a Hicks, en 1978, estuvo a punto de ser descubierto cuando la policía le hizo parar el coche y le puso una multa por circular por la izquierda de la raya central.
Los oficiales de policía alumbraron el interior del coche con las linternas y le preguntaron a Dahmer qué había en las bolsas de basura que llevaba en el asiento trasero.
Dentro de ellas estaba el cuerpo descuartizado de Steven Hicks.
Dahmer les dijo que llevaba la basura al vertedero.
Cuando Kennedy y Murphy le preguntaron por qué recordaba el nombre de Hicks y no el de ninguna de las otras víctimas, él respondió: «Nunca se olvida la primera».
Durante un tiempo, se aficionó incluso a las ciencias ocultas. «Supongo que me identificaba con las creencias satánicas», dijo.
Se obsesionó con la idea de que si podía conservar a alguien a su lado, de alguna forma esa persona no se marcharía jamás.
Pensó en drogar a la gente para tenerla bajo su control, porque estaba desesperado por tener a alguien que no le abandonase.
Aquello hizo que un día leyera las esquelas funerarias del periódico, y se encontrase con la nota de la muerte de un joven de dieciocho años.
Se encaminó a la sala del velatorio mientras el cadáver estaba expuesto en el ataúd.
Intentó calcular cómo podría hacer para robar el cadáver de allí o de la tumba. Incluso llegó a llamar a varios taxidermistas para pedir información sobre el relleno y conservación de animales, para adquirir mayores conocimientos con los que llevar a cabo sus planes de «conservar» seres humanos para tenerlos a su lado.
En 1986, consiguió una prescripción de Halcion, una droga hipnótica, tras timar a un médico y hacerle creer que tenía problemas para dormir.
Una vez las pastillas en su poder pudo proceder a poner en práctica la siguiente fase de su plan, consistente en experimentar con el intento de drogar personas.
Dahmer había sido víctima de un grotesco ataque sexual. El día de Acción de Gracias de 1989, se despertó y se encontró atado como un cerdo y suspendido del techo Tenía las piernas atadas juntas, los brazos atados a la espalda, y colgaba del techo mediante cuerdas y ganchos. El hombre le estaba violando con una vela.
—Cuando se dio cuenta de lo que estaba ocurriendo, comenzó a gritar y a insultar al sospechoso —dijo Murphy. Cuando el hombre le bajó, Dahmer se marchó del apartamento pero no llamó a la policía—. Declaró que había tomado nota de aquello como de una experiencia por la que tenía que pasar a causa de su estilo de vida de alto riesgo.
Cuando Dahmer regresó al Centro de Rehabilitación, expulsó un trozo de vela de varios centímetros cuando fue a mover el vientre.
En cuanto al canibalismo, se comía algunas partes de los cuerpos de aquellas personas porque creía que resucitarían en él. Había experimentado con diferentes condimentos de cocina para conseguir que la carne humana cocida tuviera mejor sabor.
En la nevera tenía empanadas de carne que en realidad eran de carne humana.
La mayoría de los detalles de los asesinatos posteriores a su mudanza al apartamento 213 de los apartamentos Oxford, del 924 de la calle 25 Norte de Milwaukee, permanecieron sin alteraciones durante la lectura de la confesión.
Dahmer conservó el pene de una de sus víctimas y lo pintó de color carne para que tuviese un aspecto natural.
Con frecuencia dejaba a sus víctimas desnudas tiradas por el apartamento, para poder practicar el sexo oral y anal a su antojo.
Siempre estaba completamente desnudo cuando las descuartizaba, no por placer erótico sino porque era un trabajo sucio y no quería que le quedaran restos de sangre en la ropa.
Cuando llevaba a cabo las toscas lobotomías en sus víctimas, Dahmer las drogaba primero para que quedaran inconscientes, y luego les abría un agujero en la cabeza con un taladro y les inyectaba ácido clorhídrico en el cerebro con una jeringuilla.
Algunos morían instantáneamente. Sin embargo, Jeremiah Weinberger consiguió caminar por el apartamento durante casi dos horas después de que le hubiera inyectado el ácido.
Dahmer se deshacía de sus víctimas metiendo los trozos en bolsas de basura de setenta y cinco litros.
Confesó que experimentaba una sensación de pérdida cuando las mataba, pero también de emoción por lo que había hecho.
Le dijo a Murphy que mientras se deshacía de los cuerpos de las víctimas y miraba las bolsas de plástico, sentía que las vidas de esas personas habían sido un tremendo desperdicio porque se veían reducidas a unas pocas bolsas de basura. Dijo que sentía remordimientos después de cada asesinato, pero que la sensación no duraba mucho.
—Tengo que preguntarme si existe o no una fuerza del mal en el mundo, y si yo he sido o no influido por ella —le dijo Dahmer a la policía—
—Eso es lo que ocurre cuando uno piensa que no es importante para nadie. Mi brújula moral se volvió loca.
Tracy Edwards, el único superviviente
Tracy Edwards fue el primer testigo civil que subió al estrado.
Edwards era la única persona que había visto a Dahmer justo antes de que se dispusiera a matar, pero su testimonio siempre fue inexacto.
Edwards declaró que Dahmer estaba «a punto de caerse borracho» y «balanceándose de atrás hacia delante».
Había aceptado acompañarle a su apartamento para posar para unas fotografías, y que cuando ambos llegaron a la vivienda, Dahmer había depositado el paquete de seis cervezas que habían comprado sobre la mesa de la cocina, no dentro de la nevera. Eso saldría a relucir más tarde, cuando McCann intentó ponerle la zancadilla por haber dicho en un programa de televisión que al abrir la nevera había visto una cabeza humana.
Cuando McCann interrogó a Edwards, la casi víctima se mostró obviamente nerviosa. Tartamudeaba al responder y miraba continuamente a su abogado, que se hallaba detrás de Boyle.
Edwards le había dicho al presentador de televisión Geraldo Rivera, que había ocho cerraduras en la puerta exterior y que él «afortunadamente» había abierto la correcta. McCann presentó una fotografía de la puerta del apartamento, tomada la noche en que fue arrestado Dahmer. Mostraba una puerta con un sistema de cerradura de golpe y un pequeño botón de apertura en el pomo interior.
El teniente de policía Scott Schaefer
El teniente de policía Scott Schaefer ocupó el estrado como testigo de la acusación, y describió el arresto de Dahmer llevado a cabo en Ambrosia Chocolate en septiembre de 1988.
—Estaba muy nervioso —recordaba Schaefer—. Estaba muy preocupado porque sus superiores no se enterasen del motivo por el que era arrestado.
Dahmer le dijo a Schaefer que había querido tener contacto sexual con el chico asiático, pero que no quería forzarle a nada.
Oficiales de policía de Milwaukee, John Balcerzak y Joe Gabrish
Ambos expulsados del cuerpo.
Dijeron que habían llevado a cabo una investigación completa y correcta, y que creían que habían actuado de manera apropiada.
Describieron a Dahmer como a un manipulador magistral que les convenció plenamente de que Konerak era amigo suyo
El testimonio de los psiquiatras
El testimonio de los psiquiatras fue la parte más difícil de cubrir de todo el juicio, porque se hizo excesivamente complicada.
El testigo de la defensa, doctor Frederick S. Berlin, afirmó que Jeffrey Dahmer tenía una obsesión enfermiza con los cuerpos muertos que era incapaz de controlar y hacía que volviera a matar.
—Tiene fantasías e impulsos acerca de tener la primera relación sexual con alguien mientras está aún con vida —. Luego fantasea e imagina continuar con el acto sexual y la relación íntima en un estado transitorio que estaría entre la vida y la muerte; a veces él lo ha llamado un estado de tipo zombi.
Berlin continuó explicando que Dahmer actuaba según esa fantasía, y continuaba «relacionándose con el cuerpo de la persona después de la muerte».
Insistió en que los sentimientos e impulsos de Dahmer no eran voluntarios.
»Mi opinión como médico —agregó Berlin—, es que el señor Dahmer estaba fuera de control y se descontrolaba aún más de forma progresiva: él no iba a ser el que detuviera todo eso, sino que tendría que ser detenido por alguna fuerza exterior, que es exactamente lo que acabó inevitablemente por ocurrir.
Al interrogarlo McCann, Berlin se puso tremendamente agitado y se trabó en un duelo de gritos con el fiscal:
MCCANN: Doctor, usted le dedicó mucho menos tiempo que los otros profesionales [a Dahmer], ¿no es así?
BERLIN: Lo que importa no es la cantidad de tiempo que se le dedique, sino la calidad de ese tiempo. Hice todo lo que estaba en mis manos para asegurarme de que no estaba adoptando una visión preconcebida en este caso.
MCCANN: La forma de hacer eso es hablar directamente con el acusado, no leer lo que escribió la policía, ni el abogado, ni lo que dijeron los vecinos, sino hablar con el acusado en persona.
BERLIN: Es usted muy cándido. ¡Usted cree que va a obtener las respuestas de él! Él tiene predisposiciones. Perdóneme por gritarle. Está usted atacando mi profesionalidad, mi credibilidad personal y mi integridad como persona.
La doctora Judith Becker, psicóloga clínica
Contratada por Boyle, Becker informó que Dahmer tenía elaborados planes para la construcción de un templo o capilla en la que alojar los restos de sus víctimas con la esperanza de «recibir poderes y energías especiales». Dahmer había hecho un bosquejo para describir a Becker la mesa sobre la que expondría las calaveras, los esqueletos pintados, los incensarios y las luces decorativas.
—Iba a obtener algún tipo de poder que le ayudaría social y económicamente —dijo.
Dahmer había comprado la base del templo, una mesa negra, antes de que le condenaran por abuso sexual en 1989.
Tenía pensado comprar una silla negra para sentarse ante el templo. Planeaba alinear las calaveras de diez víctimas sobre la mesa, y colocar dos esqueletos enteros a cada extremo de ella misma.
Sobre la mesa ardería incienso, y todo estaría iluminado por cuatro globos de luz azul emplazados en lo alto, según le explicó Dahmer a Becker.
Unas cortinas azules y una placa colocada en la pared, en la que quizá figuraría un macho cabrío, constituiría el telón de fondo de la capilla.
Dahmer había comprado también la estatua de un grifo, un animal mitológico que tiene cuerpo y patas traseras de león, y cabeza y alas de águila. El grifo es comúnmente utilizado en los ritos satánicos. Dahmer le dijo a Becker que lo había comprado porque representaba el mal, que es como él se sentía.
Becker caracterizó a Dahmer como a alguien consumido por una enfermedad mental que le llevaba a asesinar a causa de su obsesión por la muerte.
Llegó a la conclusión de que Dahmer diferenciaba entre el bien y el mal, pero estaba tan obsesionado con la necrofilia que «no tenía la capacidad sustancial para adaptar su conducta a los requisitos de la ley».
Becker pudo revelar nuevos datos de la infancia y adolescencia de Dahmer.
BECKER: A los cuatro años de edad Dahmer sufrió una operación de hernia doble, y recuerda haber experimentado terribles dolores en la zona genital, tanto que le preguntó a su madre si le habían cortado los órganos sexuales.
BOYLE: ¿Por qué es este un aspecto de interés para el caso?
BECKER: Por la relación que existe entre los delitos cometidos por Dahmer y el hecho de que experimentase dolor en esa zona de su cuerpo… y el hecho de que abriese el abdomen de 15 hombres… que había asesinado.
Psiquiatra designado por el tribunal, doctor George Palermo
George Palermo, declaró que Dahmer sufría un grave trastorno de la personalidad que debía ser tratado, pero añadió que no era un psicótico ni estaba legalmente loco.
—Es un asesino coherente, antisocial y movido por la lascivia, que mata de una manera astuta y metódica —dijo Palermo—. Le mueven las obsesivas fantasías de poder sobre los demás.
Palermo agregó que había esperado hallarse cara a cara con un loco cuando conoció a Dahmer, a causa del número de personas a las que había matado.
—Me sentí consternado —dijo Palermo al recordar el encuentro—. Es un tipo simpático. Haya hecho lo que haya hecho, todavía es un ser humano.
Dijo que hallaba que el discurso de Dahmer era claro y sus respuestas, coherentes. Que tenía la sensación de que era afable e inteligente.
Palermo añadió que Dahmer había mentido durante años y que continuaba mintiendo.
Dudaba de la declaración de Dahmer acerca de que tenía planeado construir un templo con los huesos de los cadáveres, y no creía que hubiese comido carne de ninguna de sus víctimas.
Declaró que Dahmer había adornado los hechos y los había hecho más desagradables de lo que ya eran.
También dudaba de que Dahmer hubiese abierto agujeros en la cabeza de ninguna de sus víctimas mientras éstas estaban aún con vida.
Con una rara muestra de emoción, Dahmer escribió algo en un trozo de papel, después de que Palermo afirmara que el peso de Dahmer había aumentado hasta 131 kilos por fumar demasiada marihuana.
Más tarde se nos dijo que le había escrito una nota a Boyle en la que le decía que estaba enfadado porque lo dicho por Palermo no era verdad.
La acusación le hizo a todos los testigos que habían conocido a Dahmer la misma pregunta referente a si Dahmer parecía o no estar loco cuando ellos se habían encontrado con él.
La respuesta de todos fue que no.
Después de que ambos hombres hubieran dado cuenta de sus encuentros con Dahmer, ocupó el estrado Frederick Fosdal, psiquiatra de Madison, Wisconsin.
Fosdal dejó bruscamente de llamar al desequilibrio de Dahmer, conocido como necrofilia, una enfermedad mental bajo las leyes del estado sobre locura. Además de desequilibrio, lo llamó una «inadaptación», e incluso llegó a referirse a ello como la «insanía» de Dahmer.
El psiquiatra dijo además que nunca había visto que un desorden de tipo sexual convirtiese a alguien en incapaz de adaptar su conducta a las leyes vigentes y reveló por primera vez que Dahmer guardaba los cadáveres en la bañera cuando no tenía tiempo de descuartizarlos, y frecuentemente se duchaba con ellos.
El canibalismo de Dahmer y su creencia de que eso haría que sus víctimas pasaran a formar parte de él, no era un pensamiento alucinado ni sugería que fuese un psicótico, añadió.
—No era más que un gesto simbólico —afirmó.
El fiscal McCann llamó a declarar a dos de los antiguos jefes de Dahmer en “Ambrosia Chocolate”.
Estos aseguraron que mientras Dahmer estaba en plena carrera de asesinatos, había funcionado en su trabajo sin levantar ninguna sospecha.
Doctor Park Elliot Dietz
Dietz reveló que Dahmer había estado otra vez a punto de que le atraparan cuando alguien le informó a la policía que el olor que había en los pasillos del edificio era el de un muerto.
Dahmer, que había tardado demasiado en descuartizar un cadáver, se marchó a trabajar dejando la tarea a medias, y al regresar se encontró con que la policía estaba derribando la puerta de un vecino justo en el extremo del pasillo opuesto al de su apartamento.
Dahmer supo siempre que lo que hacía estaba mal, dijo Dietz. Existen abundantes pruebas de que Dahmer actuaba racionalmente y en su propio interés; por ejemplo, siempre utilizaba preservativos cuando tenía relaciones sexuales con un cadáver, declaró Dietz.
Dietz pensaba que la atracción sexual que sentía Dahmer hacia las vísceras podía datar de sus primeros años de enseñanza secundaria, hacia la época en la que comenzó a masturbarse con frecuencia.
Se sentía fascinado cuando disecaba animales en el instituto, y pensaba en los diferentes trozos de los cuerpos de esos animales mientras se masturbaba.
Alegato final de Boyle, la defensa
Describió para el jurado una poderosa imagen visual de lo que él llamó «Jeffrey Dahmer el ser humano».
Se trataba de una lámina que mostraba las letras J. D. dentro de un círculo; del círculo irradiaban, como los radios de una rueda, los aterrorizadores espectros de su vida.
Boyle los leyó rápidamente en voz alta:
—Calaveras en un armario, canibalismo, impulsos sexuales, trepanación, fabricación de zombies, necrofilia, desequilibrios, parafilia, vídeos, emocionarse ante unas huevas de pescado, ingestión constante de alcohol, integrante de una familia mal avenida, intento de construir una capilla, se duchaba con cadáveres, indagación en lo oculto, ilusiones y alucinaciones, canturreos y balanceos, recolección de animales muertos en las carreteras, obsesiones, asesinatos, lobotomías, descuartizamientos, masturbación dos o tres veces al día durante la adolescencia, robo de un maniquí que se llevó a casa para poder practicar juegos sexuales con el maniquí, masturbación con las vísceras de cuerpos humanos, consulta de taxidermistas, asistencia a los cementerios, asistencia a las casas de pompas fúnebres, compra de lentes de contacto de color amarillo, hacer posar a los cuerpos de los que había matado para tomarles fotografías, masturbarse por todas partes.
ȃste es Jeffrey Dahmer. En todo esto no hay ni una sola cosa positiva.
Alegato final del fiscal McCann, la acusación
Sin embargo, McCann le contradijo durante el discurso final de réplica.
McCann dijo que el caso estaba relacionado con los impulsos sexuales. «Todos los tenemos y debemos controlarlos; pero Dahmer escogió no hacerlo»
Declaración ante el tribunal de Jeffrey Dahmer
Asombra la normalidad de la apariencia y el discurso de aquel hombre el día en que Jeffrey Dahmer fue condenado. Leyó su declaración ante el tribunal con calma y elocuencia.
Es inevitable preguntarse con cuánta facilidad podría habernos engañado a cualquiera de nosotros
Su disculpa, que cubría trece años de baño de sangre, estaba escrita a máquina.
El juez Graham
—Ustedes no están obligados por las etiquetas, definiciones o conclusiones médicas referentes a qué es o no es una enfermedad mental.
»No deben pensar que una persona sufre una enfermedad mental por el mero hecho de que haya quizá cometido un acto criminal, ni por lo antinatural de dicho acto o su enormidad, o porque pueda no existir un móvil claro para el acto en cuestión.
»La pasión o frenesí temporales provocados por el deseo de venganza, el odio, los celos, la envidia y otras cosas de esa naturaleza, no constituyen una enfermedad mental.
»Una anormalidad que se manifiesta solamente por una conducta repetitiva criminal o antisocial en cualquier otro sentido, no constituye prueba de una enfermedad mental.
»El estado de intoxicación voluntaria mediante drogas o alcohol, o ambas cosas, no constituye una enfermedad mental.
»Un estado mental temporal que es provocado por la ingestión voluntaria de drogas o alcohol, no constituye una enfermedad mental.
El jurado se retiró a deliberar la tarde del viernes 14 de febrero.
Pasadas cinco horas, regresaron a la sala del tribunal, se palpaba la tensión mientras el juez Gram leía el veredicto.
El Veredicto
—Cargo número uno: ¿Sufría el acusado alguna enfermedad mental?
Respuesta: No.
Y así continuó con los quince cargos, mientras los familiares de las víctimas comenzaban a sollozar, gritar y abrazarse los unos a los otros.
Se le declaró culpable y cuerdo en la totalidad de los quince cargos.
Sólo dos miembros del jurado no estaban de acuerdo.
En un caso criminal, la decisión del jurado tendría que haber sido unánime, pero en un caso de trastorno mental las leyes aceptan 10 votos de 12.
El juez no tuvo consideración con Jeffrey Dahmer, tal y como él mismo pidió en su declaración ante el tribunal.
Fue sentenciado a quince penas de cadena perpetua consecutivas o 957 años en prisión.
Todo había concluido.
Referencias Bibliográficas
- EL hombre que no mató suficiente, Anne E. Schwartz, 1992
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